Aquí tenemos un puesto de especias (no es que fuera comparable a los que hay en los paises árabes, pero la verdad es que otras especias no sé yo si tendrían salida aquí, más que nada por lo desconocidas). Desde luego el colorido es impactante:
Pemiento y cominos mulido
Esta otra parada, vendían toda clase de cocas (dulces, saladas) en porciones. Pero claro, todo tiene una pega: como se aprecia en la foto, los alimentos están al alcance de todo el que pase por ahí: personas que fuman, tosen, las tocan e incluso están lo suficientemente bajas para que cualquier animal, pueda acercar su hocico a olisquear. No me parece correcto que eso sea así, porque si en un bar se exige que todo esto esté protegido, aquí también lo tiene que estar (sin hablar de la posible necesidad de refrigeración). No porque se escenifique un Mercado medieval, tenemos que coger las enfermedades medievales. Digo yo.
Cocas dulces y saladas...
Y por último, cerca del Convento de las Mojas de la Sangre y junto a la parada de mojitos, tenemos la tienda de Comestibles Ángela. Una tienda de toda la vida (un día tengo que pasar y preguntar cuántos años están ahí), de esas que quedan poquísimas en toda la ciudad y menos en el Casco Antiguo (creo que la única).
No la conozco, pero supongo que la Sra. Ángela, debe ser la que está sentada y saludando a un conocido.
Y como siempre una música adecuada al asunto. En este caso se trata de En un mercado persa, de Ketelbey: