Dos atalayas

Queramos o no, siempre ha habido una especie de rivalidad entre nuestros dos castillos. Por lo visto a los alicantinos nos ha sido imposible aceptar que tenemos dos maravillosas atalayas practicables, dentro de nuestra misma ciudad (ya no contamos la Serra Grossa, a la que es difícil subir) que tantas satisfacciones nos podrían dar, desde muchos puntos de vista (nunca mejor dicho) al tener todas las condiciones para ser unos pulmones verdes, pero tambien han condicionado el trazado urbanístico y social de nuestra ciudad con todas las dificultades orográficas del mundo. Pero si bien el Castillo de Santa Bárbara ha sido la niña mimada y desde los años 60 ha sido sometido a frecuentes restauraciones y mejoras en su accesibilidad, el de San Fernando sufrió en esas mismas fechas un parón de inversiones (excepto en la ladera de Campoamor, con el absurdo y malogrado parque temático) que ha hecho que su deterioro sea imparable. Hoy os traigo dos fotografías no demasiado vistas, donde se observa en la primera, la maqueta de lo que iban a ser las escaleras monumentales de acceso desde General Marvá, con la pérgola de remate (que luego se convirtió en el Instituto Jorge Juan) diseñadas por MIguel López.

La otra es una fotografía terrible, de los años 30, hecha desde la Plaza de Los Luceros, donde se ven las pavorosas grietas que afectaron al propio castillo y que luego fueron reparadas y que han vuelto a aparecer hace unos años, aunque no desde luego con esa pinta tan terrorífica.

Ahora parece que algo se mueve y se va a actuar definitvamente sobre nuestro “segundo” espacio público municipal. Ahí está la propuesta hecha por Alicante Vivo a nuestro municipio (un trabajo excepcional) y la respuesta favorable del mismo a ejecutar la obra por fases. Hay mucho por hacer, pero si hay voluntad y poco a poco, todo es posible.

Y hoy escuchamos (se recomienda especialmente), Night and day de Ella Fitzgerald, la mítica canción de Cole Porter creada para la película La alegre divorciada de Fred Astaire.